LOS 10 IMPERDIBLES DE MARRUECOS:

1. El desierto, las dunas de Erg Chebbi… no se puede describir con palabras ni el silencio, la tranquilidad, el cielo estrellado en la noche, las puestas de sol y los amaneceres entre las dunas, el paseo en camello, el tacto que tiene la arena, dormir en el campamento… Y para los que quieren más acción, la vuelta en las dunas en el 4×4, una ruta en quad, bajar las dunas con una tabla de snowboard… Ya veis que el desierto no es el paraje seco y falto de vida que siempre nos han vendido…
2. Los zocos… perderse por esos coloridos lugares, llenos de objetos, regatear, no tener hora para volver y poder disfrutar de todo lo que te rodea. Eso sí, no sintáis presión por comprar, aunque os incitarán a ello, no sé si los curtidos vendedores o porqué todo os va a llamar la atención y os gustará.                                                                                                                                                   
3. Un baño en el hammam. Dejamos fuera todos nuestros prejuicios, complejos, manías… y entramos a compartir el baño con todas las mujeres que allí se encuentren. Sentir el calor del vapor sobre rostro, echarte agua para hidratar tu piel… y el momento de la exfoliación. En el mundo occidental no tenemos esa costumbre de exfoliar nuestra piel con tanta asiduidad como en otros lugares, entre ellos los países árabes (son la cultura del agua, no es gratuita esa nomenclatura). Comprobaréis que es una práctica que deberíamos importar. El bienestar que te queda al salir del hammam, con la piel limpia, hidratada… y tu mente relajada, no tiene precio.
4. Las medinas de las ciudades, cada una con su encanto. La de Tánger, que destaca por sus edificios que recuerdan a una época en qué espías de todos los países habitaban en este puerto internacional. Con sus edificios y su aire con cierta decadencia. Es agradable transportarse en el tiempo. A otro tiempo, aún más antiguo, te traslada la medina de Fez, con su espectacular entramado laberíntico del que no puedes escapar, repleto de artesanías de las que destacan los curtidores. Ni el desagradable olor impide que sientas la magia como si el paso del tiempo y de los siglos no hubiese transcurrido en este lugar. Otra medina a destacar, la de Marrakech, por supuesto, con sus edificios de la época de los almohades y los almorávides, en que Marrakech y Sevilla compartían capitalidad de una única cultura. De ahí a que la Giralda y la Koutubia sean torres tan parecidas, casi iguales. No nos olvidemos que la legendaria plaza Djema el Fnaa se encuentra aquí, tan viva, sobretodo a los atardeceres. Esta medina es la de la ciudad roja, y por tanto el color de sus edificios hacen honor a esta fama. Y el rojo no es el único color en las medinas. Encontramos otras de color blanco, como las medinas de Tetouan o Essaouira o Asilah, ésta última además decorada en sus muros con escenas artísticas preciosas. Y el color más llamativo en la medina es sin duda de la única Chaouen. Ese azul celestial, fresco, único que hace de esta ciudad en el medio del Rif de una visita imperdible en nuestro viaje a Marruecos.         
5. Las azoteas y terrazas de Marrakech. Es un placer desayunas o cenar en una de sus tantas azoteas. Las más concurridas son las que rodean la Plaza Djema el Fnaa, aunque mucho más encanto tienen las que están entre esas callejuelas, que disfrutan de más silencio, de las vistas panorámicas de la ciudad, dónde desde casi cada rincón preside la Koutubia. Disfruten de la velada!!
6. La comida. Hay muchos platos que destacar y no sabría por cuál empezar. Mi preferido es la pastilla (se pronuncia pastela), tanto de pollo como de marisco. Los tagine son muy variados: de pollo, de kefta (como unas albóndigas), el de cordero y ciruelas, de verduras, de pescado…, en fin, para todos los gustos. Comer pescado fresco en las ciudades de costa. Como no, el viernes ha de degustarse un fantástico cuscús. Y nada despreciables son la gran cantidad de zumos que os podéis detener a degustar, para recuperar fuerzas de jornadas de visitas, en cualquier puesto en las plazas de las medinas. Los dulces son auténticas mini obras de arte, decorados. Y el té de menta, un imperdible más, que además os ofrecerán en cualquier momento, como buenos anfitriones son y haciendo honor a su famosa hospitalidad. No se les ocurra despreciar ni desperdiciar ninguna oportunidad de tomar este exquisito té.
7. Alojarse en un riad. Son espectaculares, muy auténticos, acogedores… realmente tienes la sensación de estar en uno de los cuentos de las Mil y una noches. Ni lo duden un momento, son los mejores hoteles en los que me he alojado en mis muy numerosos viajes por el mundo. Es un placer, incluso en el desierto.                                                                                                                                                                                     
8. Para las mujeres, que para algo somos quien movemos el mundo… los cosméticos son fabulosos. Para el negro de los ojos, el khol; los perfumes hechos con esencias naturales y que hacen que esas fragancia dure en tu piel todo el día; el argán y el agua de rosas… Otro placer más que nos encontramos en Marruecos.
9. Hablar con las gentes. Es un placer que no es exclusivo de Marruecos, en todo el mundo tendríamos que hablar con la gente. En todos lugares tienen historias fascinantes que contar y de las que aprender. Aunque en este país, es más fácil, por el carácter abierto de la población, les gusta compartir, son hospitalarios y hablan sin tapujos de su cultura y sus costumbres. Aprovechemos siempre para llevar con nosotros siempre lo mejor del norte y lo mejor del sur, igual que hacen los pájaros.
10. ENAMORARSE. Enamorarse de todo: de vivir cada uno de las experiencias que acabo de relatar, de observar todos los paisajes que a vuestro camino os encontréis…. Enamorarse de una misma, mientras haces lo que más te gusta: viajar. Enamorarse de la vida, ésta que te ha dado la oportunidad de venir hasta una país tan mágico como lo es Marruecos.